viernes, 1 de enero de 2016

Estrenando año

Creo que he comenzado bien este 2016. Madrugando, sí, madrugando. Ayer me acosté tarde por estas cosas de celebrar la Nochevieja y el año nuevo a la vez. Caí en la cama redondo y dormido como un tronco. Sin embargo, pasadas unas horas, sin sueño y sin ganas de continuar en la cama me he levantado despejado, fresco y con algo de hambre. Y el caso no es que hubiera cenado frugalmente, al contrario, pero tenía hambre. ¡Qué le iba a hacer! Desayuné como si hiciera semanas que no probaba bocado. Y el resultado fue que el cuerpo me pedía actividad. Me conecto al Facebook, y muerto, ni Dios. Debe estar todo el mundo durmiendo, o eso quiero creer. El whatsapp igual, silencio absoluto. Ésto sí que es raro. Ante lo cual me inclino por la lectura. Placer inmenso donde los haya. Después de devorar hoja tras hoja coloco en su lugar los periódicos y libros que he tenido entre mis manos con enorme ánimo y gozo.
Cuando el día comienza a despuntar me decido a dar un paseo. Sin rumbo fijo. Donde me lleven los pies. Es lo mejor que se puede hacer cuando no sabes dónde ir. Dejar que el cuerpo decida la senda que debo seguir. Luce un tibio sol de invierno, sin embargo, según avanzan los minutos, el cielo se va cubriendo de nubes por lo que tomo la decisión de regresar a casa. Acertado juicio por mi parte, ya que transcurridos unos minutos comienza a llover.
Me acomodo tranquilamente en mi sillón a la espera de que se acerque la hora de la comida. Extraño el ruido habitual de la calle, de la gente que pasa hablando, de los niños riendo y jugando. Debe de ser que todavía no han asimilado el cambio de año (digo yo para mis adentros).
Y ahora, a estas horas vespertinas, escribo. Y lo hago con ganas, con deleite, con fruición. Y ya lista esta entrada de blog para ver la luz. A saber qué ignotos ojos leerán lo que he escrito.
Decía un profesor mío que lo que puedas escribir en medio folio no lo hagas en uno. De ahí mi concisión.
Mañana más. (Espero).

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