domingo, 3 de enero de 2016

Nada me detiene

Hoy estoy un poco resfriado. He cogido algo de frío. Pero mi mente funciona perfectamente, por lo que no es obstáculo para escribir. Son muchos años de constancia, con sus altibajos, cómo no, escribiendo. Además es lo que me redime de mis horas de ociosidad. O de vagancia, si así lo preferís. Que suelen ser las menos, claro está, porque siempre estoy con ideas bullendo en mi cabeza. Y eso me agrada. Es por ello que es difícil que me aburra. Mi cabeza es una trinchera contra el aburrimiento. Desde ella oteo el devenir de los días, de los meses, del tiempo en una palabra. Me llevo bien conmigo mismo. No me puedo quejar. Ésto no lo puede decir todo el mundo, mas en mi caso es cierto. 
Escribo sin red. Es decir, sin apuntes, ni notas, ni esquema. Corrijo según voy tecleando. Fuerzo a mi mente para que no se anquilose. Sé que se mantendrá joven durante muchos, muchos años. Es decir, que me queda cuerda para rato. Lo que me hace recordar la frase de Bías, filósofo griego, que al tener que abandonar su tierra a causa de la guerra, profirió la frase: "Omnia mecum porto". Que traducida viene a decir, "llevo todo lo mío conmigo". Llevaba consigo la sabiduría y no le hacían falta más bienes. Yo, lo que llevo espléndidamente es el paso del tiempo. La experiencia que voy adquiriendo con el paso de los años es algo que no lo cambio por nada. Será que he vivido mucho, en el sentido literal de la palabra. Y también que he conocido a mucha gente del más diverso pelaje y condición.
Noto que voy cogiendo rodaje. Esto es como los músicos. El día que no practican lo notan. A mí me pasa lo mismo, el día que no escribo es como si fuera un día perdido. También incluyo escribir cuando tengo que realizar una recensión de un libro o de algún artículo. Es lo que comentaba antes sobre que mi mente no admite el aburrimiento.
Y mañana será otro día.

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