miércoles, 7 de septiembre de 2016

De las relaciones humanas y de amistad




La relación con otras personas es uno de los pilares de nuestra vida. Diariamente interactuamos con personas de todo tipo; amigos, conocidos, familiares... Cada uno nos aporta algo. Sea ésto para bien o no. Las personas que se van añadiendo a nuestro círculo social no son siempre escogidas por nosotros. También el destino juega una baza muy importante en ello. Sales a la calle te encuentras con un desconocido -o una desconocida- y sin saber cómo, comienza una conversación que nos lleva a incluir a dicho ser, primero como conocido y según vaya transcurriendo el tiempo tal vez lo aceptemos como amigo. Nunca se sabe. Esto es muy personal, ya digo. La intersubjetividad es consustancial al ser humano. Nadie puede vivir aislado. Únicamente se es autosuficiente cuando las condiciones físicas -geográficas- nos obligan a ello.
Hoy día, además, contamos con tales formas de comunicación como no había pensado la humanidad en toda su historia. Podemos estar en el norte y comunicarnos en tiempo real con alguien que esté en nuestras antípodas. Y no solo con una persona sino con varias a la vez. Son nuevas formas de comunicación, pero comunicación al fin y al cabo. Quien más, quien menos, tiene un móvil, un teléfono inteligente para ser más precisos con el que está en contacto con el resto del mundo. Ambas relaciones, la personal y la cibernética tienen que estar en armonía para evitar desajustes no deseados. Por ejemplo que nos hagamos esclavos ante un artefacto ciertamente fabuloso.
Yo intento dosificarme. Un tiempo para el cara a cara (o el tú a tú), otro tiempo para sumergirme en las nuevas tecnologías y, por fin, un tiempo para mí solo, bien mediante la meditación, bien mediante la reflexión. 
Como estamos a comienzos de septiembre, con un calor sofocante, no quiero abusar de vuestra paciencia. Si he logrado que me leáis, objetivo conseguido. Si por el contrario no me habéis encontrado, os espero para otra ocasión.