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sábado, 1 de enero de 2022

Relatos desde mi frontera

 


Tengo por costumbre desde siempre, en los días como hoy de comienzos de año, darme un agradable garbeo sin rumbo fijo. Hábitos que conserva uno, qué quieren que les diga. Y suelo realizarlo a muy primera hora de la mañana. Sin embargo, esta vez, resuelvo retrasar algo mi andadura debido, sin duda alguna, a que todavía persisten en mí los efectos etílicos de la noche anterior. Será un alcohólico, pensarán ustedes. Pues no. Soy abstemio, y precisamente por eso, por no separarme ayer de la botella, me levanté como me levanté. Total, que después de meterme una sanadora manzanilla y pasados los efectos de la bebida que antes os comentaba, me lanzo raudo a la calle. El aire puro y fresco que tonificador él, me llega de golpe a la cara, pone mis músculos dispuestos a llevarme por esos caminos que todavía no he pisado y, por lo tanto, desconozco. Y tras hollar tierras, hierbas, asfalto, adoquines, césped, y algún paquete de tabaco vacío o de alguna mascarilla que alguien ha dejado tiradas, y que yo no he visto, retorno a casa. 

Llego a casa, pues, sudoroso y con mucho ánimo. El ejercicio hace que tenga la testosterona por las nubes. Además de la serotonina y la dopamina que también me transmiten sus efectos. Es decir, que tengo la mente más relajada que un monje tibetano. Y todo muy natural, mire usted. Y a estas horas tengo un hambre estudiantina. 

Luego, más tarde, le echaré un vistazo a una de mis plumas estilográficas. Ayer, sin ir más lejos, dejó de escribir. Imagino que por el trote que le doy. Que, vamos, ni vacaciones, ni puentes, ni siquiera fines de semana le concedo. Más de veinticuatro horas lleva en remojo la pobre. Con una pócima que le preparé para tal fin, a ver si con un poco de suerte logro resucitarla. 

Y como ya tengo los deberes hechos, voy cerrando el quiosco, que mañana es domingo.

sábado, 6 de febrero de 2016

Vagabundear





A pesar de los viajes que he realizado en toda mi vida, siempre volvía a casa, a mi morada. Estas travesías me servían para conocer nuevos parajes, nuevas gentes, otras costumbres, otros hábitos. Y precisamente por eso aprendí dónde quiero estar. Dónde me gusta residir. Sin abandonar mi natural curiosidad de viajero, creo que llega una edad, un tiempo, en el que debo y quiero echar raíces. Tener un lugar, un espacio del que poder decir: "esta es mi tierra". O, añadir también después de un largo viaje. "por fin regreso a mi casa".
Ahora estoy a gusto donde resido. Tengo las necesidades básicas cubiertas. Eso sí, sin lujos ni riquezas. Ni las quiero, ni las necesito. Es más, diría que no me hacen falta. Lo que realmente me hace falta es mi mujer, mis amigos y amigas. Poder ver anochecer y amanecer cada día. Leer y escribir siempre que quiera. Evitar las preocupaciones. Evitar los cenizos. Éstos, lo tengo comprobado, te quedan sin energía, sin la energía positiva que llevo siempre conmigo.
Ahora llega hasta mi búnker el olor a comida. Es la hora de la cena, y además estoy hambriento. Por lo que voy dejando este post.
Como habréis comprobado os dejo un vídeo de Serrat. Sé que a los que lo conocéis os encantará. A los que no, disfrutad de sus canciones. Merecen la pena.