Mostrando entradas con la etiqueta ciberespacio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ciberespacio. Mostrar todas las entradas

sábado, 5 de marzo de 2022

Pensamientos en mi mesa de escritorio

 



Finalizada la mañana, mañana más que intensa la de hoy, primer domingo de marzo, y después de poner en completa acción piernas, brazos y cuerpo por subidas, bajadas, vuelta a subir y vuelta a bajar entre callejuelas, carreteras, calles, semicalles y paracalles. Vamos, que me lo he currado (como siempre, pensará quien me siga en este mi blog). Y después de lo anteriormente escrito, como iba diciendo, me siento a disfrutar de lo que realmente me apasiona. Compruebo, ya lo sabía yo de sobra, pero lo compruebo, no obstante, ya que bien pudiera ser que mi ordenador cerebral errara. Y entro en mi página web -esta misma- y efectivamente llevo dos artículos desde comienzo de año. Es decir, uno en enero, y otro en febrero. Por lo que, dado que estamos a comienzo del mes de marzo, toca el tercero. De cajón, ¿no? Mira que os lo pongo fácil.

Y mientras escribo, ideo, resuelvo, en una palabra: creo. Creo de creador, claro está. A propósito de esto que estoy comentando, recuerdo que una vez en clase de informática, hace siglos (ayer, como quien dice) el profesor dirigiéndose a mí comentó: Aurelio es un creador. Mi autoestima, que ya de por sí está por las nubes, ascendió al nivel galaxia Orión. Y siguiendo con el tema de profesores, tenía yo uno que nos daba clases de una asignatura de sociología. Aclaro, el profe no era sociólogo, ni mucho menos, pero nos daba la clase. Recuerdo que era un auténtico cabrón. Lo que sí aprendí de él fue su sonrisa. Cuando terminaba las clases, sabiendo que estábamos pensando los alumnos que era un perfecto hijo de puta, salía del aula con una sonrisa sarcástica y enigmática a la vez. ¿Qué nos quería decir con dicha sonrisa? Os lo explico brevemente. Vosotros (mensajito sin decir ni una sola palabra) reíros, reíros, y llamadme de todo, ya veréis cuando os lleguen las notas. Y, efectivamente, cuando llegaban las notas el ochenta por ciento de la clase suspenso. Era un auténtico bastardo, sí, pero también, no me duelen prendas decirlo, un  verdadero crack.

Como el tiempo apremia y voy con el horario justo para cumplir con mi agenda, doy por rematado este artículo. Nos vemos, o nos leemos, o vete tú a saber.


jueves, 8 de abril de 2021

Escribir es revivir


 

Hay momentos en que busca uno la respuesta de que por qué escribe. O bien porque se lo preguntan los demás. Cada cual tendrá sus motivos, sus preferencias, sus manías. Sea cual fuere el motivo, hay uno en común. Escribimos para expresarnos. En estos casos mediante la palabra escrita, claro está. Lo que venga -convenga- después ya es un asunto estrictamente personal. Viene esto a colación, ya que el otro día leí en la prensa a un autor, manifestar que durante esta pandemia que nos azota no había escrito nada dado que él escribía para publicar. ¡Rediós! -Pensé yo para mis adentros-. Es decir, que si no publica no escribe. Harto distante ando yo de tal finalidad. En mi caso escribo porque es una necesidad vital. Siempre lo ha sido durante toda mi vida. Me alegra y me alegro por ello. No necesito ningún imperativo para tomar pluma y folio e ir desgranando letras, palabras y oraciones. Luego realizo un examen visual a lo que buena o malamente he creado y lo doy por bien realizado, o corrijo lo ya escrito, que también es otra muy buena opción. Es por ello que ahora mismo me encuentro frente a mi ordenador, después de haber tomado unos breves apuntes a mano en un folio. Y formados los cimientos de este escrito paso a lo que será la estructura del  artículo. Quiero que quede claro que mi blog no es el único lugar donde escribo. Es un medio más de los que dispongo para manifestarme. Pero bien es cierto que mi media hora manuscribiendo diariamente nadie me la quita.

He de confesar también que tengo una edad en la que si no leo y escribo por lo menos dos horas al día, doy por perdido dicho día. De ahí mi insaciable aprovechamiento de segundos, minutos y horas. Todas ellas las considero como bienes insustituibles, el tren que nunca vuelves a coger. Y ya no está uno para perder trenes. Y cuando vaya declinando la tarde y tome su puesto la noche elegiré un par de libros con cuya lectura daré por rematado el día.

Si has llegado hasta aquí, estimado lector, estimada lectora, habrás comprendido plenamente el título de este artículo: "Escribir es revivir".

viernes, 8 de enero de 2021

Las nuevas tecnologías a nuestro alcance


 

En estos días en que salir a la calle es toda una odisea debido a los fenómenos atmosféricos, es de gran ayuda y de agradecer que podamos contar con artefactos (etimológicamente: "hecho con arte") electrónicos que nos hacen más fácil, más llevadera la vida. Teléfonos inteligentes, tabletas, ordenadores -de sobremesa o portátiles- nos prestan un gran servicio a la hora de comunicarnos, de relacionarnos con nuestros más allegados o bien para trabajar, teletrabajo por utilizar un tecnicismo. 


Ahora mismo, sin ir más lejos, entre videoconferencia y videoconferencia, aprovecho estos instantes para escribir este artículo. Lo hago desde casa lo mismo que lo podría hacer desde una estación de tren o desde un hotel, por citar dos lugares básicos, como bien podría haber citado otros espacios también asequibles. Aquí, ciertamente, influye mucho la compañía, la operadora telefónica a la que esté abonado cada uno. Por eso es tan importante el acceso a Internet en zonas públicas, para que todo el que lo desee pueda conectarse y tener entrada en la red de redes. 


Y de la misma manera que me encantan las nuevas tecnologías, anoto, bien lo sabéis, que más tarde tomaré pluma y folios para terminar de dar forma a unos relatos que tengo por ahí desperdigados. Observo mi mesa de trabajo y tanteo lo que tengo ya hecho y lo que me queda por realizar. La jornada de este viernes va declinando. Y la noche trae consigo más frío. Frío polar. Y rematado este artículo cambio de web y me voy directo a la videoconferencia de la que os hablaba antes. Si esta noche no fallezco por congelación tal vez mañana me volveréis a leer. Y no prometo nada, que conste.

jueves, 31 de diciembre de 2020

La última cena


 

A estas horas de la tarde 17:30 no se me ocurre mejor título para mi artículo de hoy. Todas mis amigas están con las manos en la masa -comprobado- preparando la cena de esta noche. Al menos es eso lo que me cuentan. Ignoro si tienen deudos que las ayuden, pero la última aprobación les corresponde a ellas. Y las creo, claro está. Desde mi búnker imagino el trasiego vespertino del personal con bolsas rebosantes de comida, bebidas y de toda clase de útiles para la casa, para el hogar. Por mi parte decido enfrascarme a escribir denodadamente para continuar cultivando tan sana costumbre. Y escribo hoy mismo ya que pudiera acontecer que mañana día 1 de enero me levantara con resaca y mi mente no estuviera lo suficientemente despejada para ello. Además, como bien se puede comprobar, estoy retomando este mi querido blog. He realizado algunas mejoras. Entre estas, cambiar el traductor, pues el anterior estaba caducado y por lo tanto inservible. Ahora, ya de nuevo, mis lectores de otros idiomas, de otras latitudes, tendrán dispuesta una eficaz herramienta para leerme sin dificultad alguna.

Y teniendo puesta la vista en el nuevo año, mi principal propósito será, huelga decirlo, leer más y escribir más todavía. Ya que anteriormente, como bien decía el autor de una de mis postreras lecturas: "Escribo poco para el público y mucho para mí". Por lo que tendré que darle la vuelta a la sartén, por así decirlo.

Antes de ponerme ante el teclado he estado wasapeando con infinidad de amigos, conocidos, vecinos, antiguas novias... Es increíble el número de contactos que puede albergar un teléfono inteligente, un móvil para que nos entendamos. Y cuando dé por terminado este artículo volveré a la carga para ultimar algunas conversaciones que me quedan pendientes.

Por lo que me voy con la música a otra parte. 

miércoles, 30 de diciembre de 2020

El año que nos cambió

 



Un día resta para finiquitar este año raro, extraño, insólito 2020 que hemos vivido -o sobrevivido- a escala mundial. Como hace tiempo, siglos, que no publico en este espacio me pongo manos y mente a la obra para dejar constancia de que yo lo viví. Que doy, pues, fe de ello. Si hubiera que elegir un adminículo que lo representara fielmente, este sería, sin duda alguna una mascarilla, en todo el globo terráqueo habitado. Y principiaremos el 2021 con el mismo utensilio. Cierto es también que ya disponemos de una vacuna, al parecer eficaz. Sin embargo, deberemos continuar con las mismas precauciones y hábitos que hemos mantenido hasta ahora.

Hago aquí un inciso para informaros, ociosos lectores y lectoras, que durante este tiempo he recibido varios mensajes de don Google advirtiéndome de que el tamaño de letra que manejo es demasiado diminuta para ciertos dispositivos. Debo manifestar en mi defensa que jamás un lector/a se ha quejado por tal motivo. Pero, en fin, aumento el tamaño de la fuente y ya me contaréis.

Tengo la suerte, la inmensa suerte de residir y vivir en un pueblo que me encanta, que me enamoró desde que me instalé en él. Y aquí trascurre mi vida, intentando alejarme de pandemias y demás amenazas que nos acechan. Y ayudan, vaya que si ayudan, las nuevas tecnologías. Si no fuera por Internet estaríamos desconectados del mundo mundial. Por lo que también soy afortunado en este sentido. Mis comunicaciones con cualquier lugar donde haya conexión a Internet son sumamente eficaces. Las videoconferencias con los diversos programas que nos facilita la red de redes, nos permiten que podamos estar en mil sitios a la vez. Y esto, hoy en día, no tiene precio (en sentido metafórico, claro está).

Escribo, como es obvio, en el teclado de mi ordenador. Pero sigo prefiriendo para estos menesteres mi pluma estilográfica -clásico que es uno- y mis folios de un blanco inmaculado. Aprendí de un maestro que lo que puedas escribir en medio folio no lo escribas en uno. Y ya Azorín decía que era hombre de un solo folio. Convengo totalmente. Cuando publique mi autobiografía ya le echaré toda la tinta que me ahorro  en estos artículos.

Y recapitulando doy por bueno mi escrito. Con la satisfacción de que al que no le agrade no podrá tirarlo a la basura dado que está impreso cibernéticamente.

Por lo que os deseo, estimados lectores, estimadas lectoras, un muy feliz comienzo de año 2021. Y con la recomendación de que si os han agradado estos acápites me lo hagáis saber para pensar en el próximo artículo. 


viernes, 19 de agosto de 2016

Escritos de una tarde de agosto

No quería dejar pasar la ocasión de escribir un artículo en este mes de agosto. Además llevo mucho tiempo sin publicar en este blog, lo reconozco. Hoy tengo tiempo y ganas. Algo que a veces es harto difícil de compaginar. Pero -¡ea!- aquí estoy, dispuesto a ello.
He de manifestar que el tiempo se ha aliado conmigo en esta ocasión. Después de unos días tórridos, hoy, sin embargo, hace fresco. Lo cual he agradecido encarecidamente. Tal vez sea, precisamente, el cambio de presión lo que me ha empujado a ponerme ante el teclado y escribir. De lecturas, por otra parte, voy sobrado. No hay día en que no lea al menos un periódico y también echar mano a un libro, con mi inseparable diccionario, claro está. Todo ello en formato papel. Ésto lo sabéis bien los que me leéis habitualmente. También escribo, mas esto lo dejo para mí. Escritos que quedan guardados por si alguna vez me decido a publicarlos.
Aparte de este blog tengo otro par de ellos más circulando por el ciberespacio. Me leen en más de treinta países (puedo demostrarlo por si hay algún incrédulo). 
Me lo tomo con calma. Y también con mucho orgullo y con responsabilidad. Tengo que confesar que escribo para mí. Para nadie más. Y, si además me siguen y me leen, miel sobre hojuelas.
Hoy 19 de agosto, ya va declinando el mes pero aún quedan unos deliciosos días del mismo para solazarse con ellos.
Por la ventana me llegan las risas y gritos de los críos que juguetean por las calles. No saben estas criaturas la alegría que nos supone a los que tenemos una cierta edad. Ver solamente jubilados no llena a uno en esta vida. Necesitamos la alegría vitalista de nuestros niños.
Y no he hablado hoy nada de política. Necesito desintoxicarme un poco para lo que nos espera. Tampoco, por otra parte, he mencionado nada de los Juegos Olímpicos de Río. Seguramente a la hora de la cena veré en la tele noticias de ambas cosas.
Y voy recogiendo los bártulos. Si habéis estado ociosos y me habéis leído hasta el final, os lo agradezco enormemente.