jueves, 21 de diciembre de 2017

Esperando, siempre esperando

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Quedan diez días para que termine este mes de diciembre. El mes y el año. Año 2017. Para mí es muy importante ya que estoy a la espera de comenzar un curso nuevo. Curso que espero ya, a estas alturas del mes, con impaciencia. Sí, con suma impaciencia. Tengo ganas de aula, de clase, de impaciencia por conocer, por aprender. A mi edad muchos dejan o han dejado hace tiempo de estudiar, de aprender, por cansancio, por hastío, por desidia, por lo que sea. A mí, sin embargo, me ocurre lo contrario. Cuantos más años  cumplo más quiero aprender. Exponer a mi mente a nuevos retos. Sorprenderla cada día que pasa. Así continuará joven y en forma. Todos los días leo. Aunque haya veces que prácticamente no me llegan las horas para todo siempre busco, y encuentro, un hueco para la lectura. Para la lectura, digo, y cuando consigo escribir un artículo eso ya es el no va más. El desiderátum, por utilizar un cultismo.
Hoy he tenido un día frenético. Compras, papeleo, reuniones, comidas... Pero siempre pensando en que estaba con fuerzas para escribir. Para tener un rato para mí. Siempre lo digo y lo repito una vez más, yo escribo para mí. Luego si me leen, que por supuesto que me leen, ya me doy más que por satisfecho. También es cierto que hay veces que lo que escribo me hace dudar. Por ejemplo, una frase que he escrito, ¿es producto de mi caletre o la leí en algún otro lugar? Eso no solo me sucede a mí, le sucede a muchos escritores. Pero en caso de duda la escribo, claro que sí. También tengo por costumbre nombrar al autor de un pensamiento que no sea mío, que no haya creado yo. No quiero, ni consiente mi discernimiento, escribir algo que no sea mío y que pase como tal.
A propósito, mientras escribo estos acápites escucho como música de fondo a Mozart. El genial Mozart. Algo ayudará su música única y optimista. Pero el artículo es mío, que conste. A cada uno lo suyo.
Y vuelvo al principio, a mi anhelado curso. Hay dos personas que deseo volver a encontrarme en mi camino. Una es Mónica, mi entrañable Mónica. Mi profesora inolvidable. Qué paciencia la suya y que placer escucharla y verla. La otra es Alba, una jovencísima, inteligente y adorable amiga. Una joven que me inyecta juventud mientras hablamos sin ella saberlo. Me devuelve parte de mi juventud con su envidiable lozanía y su conversación. Soy afortunado, lo reconozco, pero es que también es parte de mi carácter, de mi forma de ser forjada con los años que tampoco son tantos, al menos para mí.
Me ha salido este artículo de un tirón, se ve que todavía estoy en forma. No quiero abusar de tu paciencia querido lector,querida lectora. Así que doy por terminado este escrito. Mañana será otro día.

sábado, 7 de octubre de 2017

Retomando la palabra

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Como el tiempo transcurre sin que apenas nos demos cuenta, hoy decido escribir en este mi blog, más por necesidad que por ociosidad. No he escrito hace tiempo, es cierto, pero lo he compensado con una copiosa lectura. Lectura a todo pasto. Hoy, ya digo, prefiero que me lean a mí. Los lectores que así lo deseen, claro está. Me preguntan mediante correo electrónico o cuando me ven por la calle que si he dejado de publicar. No, en absoluto. Digamos que me he tomado unas vacaciones. Largas vacaciones, convengo en ello. Empero aquí estoy de nuevo. Tanto para alborozo de mis seguidores como para mi intelecto.

Estamos a comienzos, por así decirlo, del mes de octubre. Ya estoy preparado para nuevas y emocionantes actividades intelectuales.  Actividades con las que mi mente se recree. Debo de confesar que la teoría ya me aburre. La universidad no me llena. Quiero estudio y acción. Como solemos decir en clase de yoga: "Más vale un gramo de práctica que una tonelada de teoría". Y con esto no quiero decir que desprecie el estudio libresco. Nada más lejos de mi ánimo. Sino que discutir sobre hechos que no lleva a ninguna parte y de los que no se puede sacar provecho "práctico", de esto es de lo que quiero alejarme. No entiendo a la gente que dejan de estimular sus ansias de aprender. Aprender o aprehender continuamente en esta vida para mí es vital. Y también llevar una vida que te colme. Que al final del día sientas que has vivido. Pero vivido gratamente, con fruición. Parafraseando a Neruda, confesando que he vivido. En toda la expresión de la frase.

También ayuda, y de qué manera, el entorno en que te muevas. Un entorno tranquilo, apacible, distendido, contribuye en gran medida a una mayor felicidad tanto física como emocional. Por eso no puedo quejarme de los parajes en los que me desenvuelvo. Los he escogido libremente, aunque aquí influya también poderosamente el destino.

Y voy terminando. Que lo mucho cansa, y lo poco agrada.
Gracias. Mil gracias por haber llegado hasta aquí, querido lector, querida lectora. Sois culpables, en parte, de estos acápites que he pergeñado en esta tarde otoñal.