domingo, 20 de mayo de 2018

De los domingos y otras fechas festivas

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En un domingo como el de hoy, veinte de mayo de 2018, que bien podría ser un domingo cualquiera, un domingo más, pero que nunca será un día más porque cada día de nuestra vida, de nuestras vidas, es un regalo, una incógnita y una pregunta. O, por lo menos, así lo interpreto yo.
Y traigo este introito a colación porque son muchos días sin publicar en este mi blog. Y después de darme un buen atracón durante este tiempo de lecturas diversas, decido que ha llegado la hora de volver a escribir, a pergeñar un artículo con el que regresar a la vida literaria. Es decir, a mi vida. 
Hoy, decía, es día festivo en estas entrañables localidades, y mañana lunes también. Por lo tanto aprovecho estas fechas para dar completa libertad a mi actividad creadora. Además estoy de buen humor. No sé si esto último es bueno o malo. Dicen que las buenas creaciones nacen del sufrimiento, del dolor. Puede ser, pero hoy me siento seguro de mí mismo y puedo con todo. Con todo y con más. Debo de confesar que el comienzo de esta semana que va finiquitando, fue movido, muy movido. De esos momentos en que gritas: que paren el mundo que yo me bajo. No obstante aquí estoy. Soy un luchador nato. Los que me conocen bien lo saben. (Y a los que no lo saben se lo digo yo).
Estamos teniendo una primavera rara. O tal vez no. No sé. Con esto del cambio climático no sabe uno a qué atenerse. Por cierto, decían los sesudos meteorólogos por televisión que hoy llovería, pues bien, todavía a estas horas vespertinas no ha caído ni una sola gota.
Mientras tecleo estos acápites en mi ordenador, me doy cuenta de lo diferente que resulta escribir en un folio, a mano, añado. Escribir a mano me relaja mucho más que hacerlo aquí, en la etapa tecnológica. Manuscribir es un placer inefable. Extermina todos los males. Siempre llevo conmigo una libretita a modo de prontuario en la que anoto todo aquello que tengo que recordar en un momento dado. También procuro escribir con todos los útiles que tengo a mi alcance: pluma, bolígrafo, rotulador, lapicero... Lapicero, sí, el de toda la vida. La conexión que se efectúa entre la mano y el cerebro es increíble. Por lo que si tengo que utilizar el ordenador, lo compenso con una buena sesión de escritura a mano. Sí, habéis pensado bien. En cuanto termine de redactar este artículo me lanzaré con presteza a rellenar un folio. El papel, el imprescindible papel reparador de tantas y tantas situaciones literarias.
Este artículo lo he escrito de un tirón, como suelo hacerlo siempre. No corrijo mucho, lo confieso. Va recién salido del horno, por así decirlo.
Y ahora lo lanzo al ciberespacio. ¿Quién lo leerá? ¿Qué mentes lo interpretarán? Quién sabe. Lo escrito, escrito está.






3 comentarios:

  1. Hola Aurelio. Soy tu amiga Melisande. También he tenido épocas en las que me doy a escribir, con menor o mayor fortuna, pero al contraio que tu, yo escribo con mas ganas cuando me siento infeliz sentimentalmente. El que haga bastante tiempo que no escribadebe ser una buena señal, cuanto menos tengo el corazón anestesiado que aunque no sea la situación ideal, por lo menos no se sufre. Espero que vuelvas a compartinos aquí todos esos pensamientos que plasmas en papel. Un beso.

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  2. Muchas gracias, mi querida Melisande. Es un placer tenerte aquí. Eres una de mis fieles. Espero que lo continúes siendo.
    Un beso enorme.

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  3. Después de mil años alejada de los blogs, propios y ajenos, he recabado en el tuyo!!
    Madre mía!!!
    Qué decir que no sea darte un abrazo grande!
    Que me encantan tus post, entre entrañables, político constructivos y literarios!
    Sigas ahí, fiel a tu compromiso blogístico. Y echa fuera los malos humores y penas, si los tuvieras.
    Un besazo

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