lunes, 11 de abril de 2022

Trotamundos ibérico

 



Dado que donde resido, desayuno, como, ceno y duermo, y sabiendo sobradamente que estos días esto se va a atiborrar de olores a incienso, cirios, sonidos de trompetas, tambores, y bien pudiera ser -más cierto que los rayos solares- que acudan turistas, viajeros y gente sin identificar, resuelvo andar otros caminos. Y aquí me hallo, respirando aires salutíferos (y nunca mejor dicho). A ver, que no me pierda, que la emoción la tengo a flor de piel. Y ahora desde donde esto escribo entra un solazo de esos que me purifican y dan impulso a mi actividad creadora. Toma ya, ¡joder, no sé si va más rápido mi mano o mi mente!

Y, para no desviarme de lo que mi cerebro tenía programado, por decirlo de alguna manera, que se vea el oficio, mi oficio. Recuerdo que una vez Cela contaba una anécdota digna de ser recordada. Comentaba Camilo José en cierta ocasión que la mujer que se ocupaba de la limpieza de su casa le preguntó que en qué trabajaba. Camilo le respondió que escribía. Pero la mujer no quedó satisfecha con su curiosidad. Y volvió a inquirir: -sí, ya sé que escribe, ¿pero en qué trabaja? y el futuro Nobel lo contaba con la socarronería que le caracterizaba. Bueno, pues eso, que ahí quedó su obra para el que desee juzgarla. Iba a decir como es mi caso. ¡Coño, pues ya está dicho!

Que, oiga, no sé qué diantres tendrán estos aires que les comentaba anteriormente que como que me supero, si es que ello fuera posible.

Y después de darle varios vistazos a estos mismos lugares que les estoy refiriendo, siempre me ha resultado asombroso lo que se parecen unos edificios, monumentos o construcciones a otros sitios más distantes. Se pueden dar varias explicaciones. Comprueben ustedes cómo el círculo, los círculos, son prácticamente idénticos en todas, o en casi todas, las culturas y civilizaciones del planeta. ¿Que ustedes/vosotros no pueden remontarse a tiempos tan remotos? Sin problema, vean los bailes, sin ir más lejos, de cualquier parte del globo terráqueo. ¿A que todos lo hacen en círculo? No círculos perfectos, claro,  pero círculos al fin y al cabo.

Y como no sé bien si disponerme a pasear nuevamente o a dejar a mi materia gris reposar, que más que gris se está poniendo negra, me lo voy pensando y en otro rato se lo cuento.

Si usted que lee esta creación mía la está disfrutando, no vea cómo me lo he pasado yo. No estoy sonriendo, sino carcajeando a  mandíbula batiente, que se suele decir.

¡Hala!, ya pueden ir haciendo otra cosa que seguramente tendrán cosas más importantes que hacer. 


domingo, 13 de marzo de 2022

Los vocingleros

 



Seguro que te has topado -estimado lector, estimada lectora- en más de una ocasión con alguno de esos gruñidores, escandalosos, gritones, vociferantes que no solo parece que la calle es suya (la calle, el bar... lo que se tercie, vamos) y como dueños absolutos que se creen de estos espacios comunales, lanzan sus bramidos, sus berridos -por mejor decirlo- a los cuatro vientos. Es su forma de indicarte: "Aquí estoy yo". Deseando de que te enteres de su bajo, de su nulo coeficiente intelectual. Es, son, el clásico charlatán de feria en el sentido más peyorativo de la acepción. Tú estás esperando tu turno en la calle, en la consulta del médico, valga de ejemplo. Allí te toparás, cómo no, con alguno de estos fulanos a los que me estoy refiriendo. Y parecen ufaneros, y hasta orgullosos de que les esté oyendo no solo la calle, sino todo el barrio, e incluso de que se entere toda la localidad de la cantidad de sandeces que están profiriendo. No es el saludo con el amigo o conocido con el que te encuentras en la vía pública y departes con él durante unos instantes. No. El vocinglero, los vocingleros, gustan de estar media hora, una hora, hora y media, e incluso más si viene al caso. Los que le rodean, si lo habéis observado, y claro que los habéis observado, ponen tierra de por medio y se apartan discretamente unos, y con cierto desprecio otros, de esta jauría de descerebrados. ¿Desean demostrar lo cazurros que son? Pues, ¡bingo!, ya lo han demostrado.

Hace no mucho tiempo me reuní con una amiga para comer en un restaurante. Nos sentamos en una mesa al fondo del comedor. Y ya sentados, comienzo a oír a uno que creí que era uno de los camareros. Pues no. Era, como ya habréis adivinado, el "pregonero" del comedor. Como nosotros habíamos entrado al comedor cuando el interfecto y acompañantes estaban servidos, pensé que terminarían y se irían antes de que nosotros hubiéramos comido. No fue así. Allí estábamos dieciséis o diecisiete comensales. Pero solo se le oía a él, por supuesto. Al final terminamos de comer antes que el fulano. Y para demostrarle lo "simpático" que me había caído, sin levantar la voz, pero para que me pudiera escuchar, le dije a mi acompañante: -Claro, y te toca el cuñao sabelotodo y te da la comida. Oye, mano de santo, como se suele decir. El cuñao se calló al instante y no volvió a abrir la boca. Es más, al pasar al lado de su mesa, una de las comensales que le acompañaban me miró con una sonrisa cómplice. Ahí le has dado, me estaba comunicando.

En fin, todo esto que os relato tiene como conclusión que se puede poner a cada uno en su sitio. Muy educadamente, eso sí, pero a cada uno, lo suyo.

lunes, 7 de marzo de 2022

Waldo Santos

 


Tuve la fortuna de conocer a Waldo por mediación de mi padre a quienes les unía una fuerte amistad desde la niñez. Waldo era poeta, abogado, pensador y unas cuantas cosas más, propias de un verdadero intelectual. Yo hablaba con Waldo, ya digo, cuando íbamos mi padre y yo a su casa a visitarle. Waldo tenía amigos, muchos amigos, de toda clase, condición e ideología. Era un referente no solo a nivel local, sino también a nivel nacional. Aparte, claro está, de los seguidores que tenía más allá de nuestras fronteras.

Pasados unos años mi relación con él fue en aumento. Él frisaba los 80 años. Se acomodaba, en las tardes soleadas de otoño, en los tabiques situados en el colegio infantil que estaba enfrente de su casa. Este hecho me facilitó mucho la comunicación con el poeta. Yo, estudiante universitario y con inquietudes literarias, camino del Colegio Universitario de la ciudad, me encontraba con él. Nos saludábamos ya con la amistad forjada desde años atrás, como he comentado más arriba. Waldo portaba los atributos de la sabiduría: la barba, la capa y el bastón. Por lo que su presencia resaltaba, aún más, si cabe. Cuando conversábamos yo miraba sus ojos profundos e intensos. También, a través de su mirada, hasta intuía lo que en aquellos momentos bullía en su mente. A veces, cuando le formulaba alguna pregunta enrevesada, guardaba silencio y miraba a lo lejos, como quien mira al infinito. Ya dije anteriormente, que Waldo tenía una miríada de amigos, pero aquellos momentos inolvidables eran solo para mí. Allí, aposentado en la soledad de los tabiques enfrente de su morada.

Una tarde ya no apareció en el lugar acostumbrado, ni la siguiente, ni la siguiente. Me temí lo peor, claro. Waldo había enfermado gravemente. El triste desenlace resultó su fallecimiento. La consternación en la ciudad se palpaba. Y su funeral, obvio es decirlo, fue multitudinario.

Únicamente añadir que mi padre tenía varios libros dedicados con su firma hológrafa, y de los cuales guardo un ejemplar como un verdadero tesoro.

Hoy me acordé de ti, Waldo, amigo. 

sábado, 5 de marzo de 2022

Pensamientos en mi mesa de escritorio

 



Finalizada la mañana, mañana más que intensa la de hoy, primer domingo de marzo, y después de poner en completa acción piernas, brazos y cuerpo por subidas, bajadas, vuelta a subir y vuelta a bajar entre callejuelas, carreteras, calles, semicalles y paracalles. Vamos, que me lo he currado (como siempre, pensará quien me siga en este mi blog). Y después de lo anteriormente escrito, como iba diciendo, me siento a disfrutar de lo que realmente me apasiona. Compruebo, ya lo sabía yo de sobra, pero lo compruebo, no obstante, ya que bien pudiera ser que mi ordenador cerebral errara. Y entro en mi página web -esta misma- y efectivamente llevo dos artículos desde comienzo de año. Es decir, uno en enero, y otro en febrero. Por lo que, dado que estamos a comienzo del mes de marzo, toca el tercero. De cajón, ¿no? Mira que os lo pongo fácil.

Y mientras escribo, ideo, resuelvo, en una palabra: creo. Creo de creador, claro está. A propósito de esto que estoy comentando, recuerdo que una vez en clase de informática, hace siglos (ayer, como quien dice) el profesor dirigiéndose a mí comentó: Aurelio es un creador. Mi autoestima, que ya de por sí está por las nubes, ascendió al nivel galaxia Orión. Y siguiendo con el tema de profesores, tenía yo uno que nos daba clases de una asignatura de sociología. Aclaro, el profe no era sociólogo, ni mucho menos, pero nos daba la clase. Recuerdo que era un auténtico cabrón. Lo que sí aprendí de él fue su sonrisa. Cuando terminaba las clases, sabiendo que estábamos pensando los alumnos que era un perfecto hijo de puta, salía del aula con una sonrisa sarcástica y enigmática a la vez. ¿Qué nos quería decir con dicha sonrisa? Os lo explico brevemente. Vosotros (mensajito sin decir ni una sola palabra) reíros, reíros, y llamadme de todo, ya veréis cuando os lleguen las notas. Y, efectivamente, cuando llegaban las notas el ochenta por ciento de la clase suspenso. Era un auténtico bastardo, sí, pero también, no me duelen prendas decirlo, un  verdadero crack.

Como el tiempo apremia y voy con el horario justo para cumplir con mi agenda, doy por rematado este artículo. Nos vemos, o nos leemos, o vete tú a saber.


viernes, 18 de febrero de 2022

Apuntes sobre un atardecer de medidados de febrero

 



Contemplando desde las alturas de mi búnker el decaer de la tarde y el comienzo del reino de la noche, y no teniendo otra cosa que hacer a estas horas vespertino/nocturnas, me dispongo a dar vida (alma, corazón y vida) a este mi blog para evitar que esté inactivo, además de que no se me oxide por falta de uso. Dicen que la ociosidad es el origen de todos los males. Evidentemente, esta última afirmación, no pasa de ser una frase construida de cara a la galería. Un absoluto paralogismo. Cualquier creador, pensador, escritor, científico... Saben de sobra que sus mejores ideas se producen precisamente cuando no hay nada mejor que hacer. Sin ir más lejos, el imaginario popular atribuye el descubrimiento de la ley de la gravitación universal por parte de Newton, cuando este estaba bajo un árbol y vio caer una manzana. Que hay que ver el juego que han dado las manzanas en la historia de la humanidad -me apunta mi fonoteca cerebral-. Velahí, que diría mi abuela. 

Y como ya estoy cogiendo ritmo, presteza y métrica (en el sentido lato del término) me sale este artículo de un tirón. Es decir, no creo que tenga que corregirlo. En mis tiempos, entiéndaseme, en el siglo pasado, me enseñaron en el colegio que "despacito y buena letra". Debían de referirse a cuando uno está comenzando, supongo yo. Porque esta práctica que da el oficio, que diría Umbral, le pone a uno las pilas, oiga usté. Siempre me encantó el "usté", palabro que le escuché y leí literalmente a Agustín; García Calvo de apellidos. Y es que García Calvo era el desiderátum. Vulgo: el no va más.  

Los que saben de esto, de escribir y de literatura, aconsejan, casi obligan, a que se escriba con sencillez. Pues a mí no me da la gana. Si hubieran escrito con sencillez Quevedo, Valle o el mismo Agustín, no hubieran llegado a los altares de la Literatura. Y como buen discípulo suyo, distribuyo neologismos, arcaísmos y todos los ismos que pueda emplear. Que para eso están.

Y llegando la hora de cenar, sin el estómago saciado es difícil que el caletre funcione con un mínimo de eficacia, voy raudo a la cocina y directo al frigorífico con hambre atrasada. 

Estimados lectores, estimadas lectoras, hasta más ver. ¡Feliz fin de semana tengan ustedes!

sábado, 1 de enero de 2022

Relatos desde mi frontera

 


Tengo por costumbre desde siempre, en los días como hoy de comienzos de año, darme un agradable garbeo sin rumbo fijo. Hábitos que conserva uno, qué quieren que les diga. Y suelo realizarlo a muy primera hora de la mañana. Sin embargo, esta vez, resuelvo retrasar algo mi andadura debido, sin duda alguna, a que todavía persisten en mí los efectos etílicos de la noche anterior. Será un alcohólico, pensarán ustedes. Pues no. Soy abstemio, y precisamente por eso, por no separarme ayer de la botella, me levanté como me levanté. Total, que después de meterme una sanadora manzanilla y pasados los efectos de la bebida que antes os comentaba, me lanzo raudo a la calle. El aire puro y fresco que tonificador él, me llega de golpe a la cara, pone mis músculos dispuestos a llevarme por esos caminos que todavía no he pisado y, por lo tanto, desconozco. Y tras hollar tierras, hierbas, asfalto, adoquines, césped, y algún paquete de tabaco vacío o de alguna mascarilla que alguien ha dejado tiradas, y que yo no he visto, retorno a casa. 

Llego a casa, pues, sudoroso y con mucho ánimo. El ejercicio hace que tenga la testosterona por las nubes. Además de la serotonina y la dopamina que también me transmiten sus efectos. Es decir, que tengo la mente más relajada que un monje tibetano. Y todo muy natural, mire usted. Y a estas horas tengo un hambre estudiantina. 

Luego, más tarde, le echaré un vistazo a una de mis plumas estilográficas. Ayer, sin ir más lejos, dejó de escribir. Imagino que por el trote que le doy. Que, vamos, ni vacaciones, ni puentes, ni siquiera fines de semana le concedo. Más de veinticuatro horas lleva en remojo la pobre. Con una pócima que le preparé para tal fin, a ver si con un poco de suerte logro resucitarla. 

Y como ya tengo los deberes hechos, voy cerrando el quiosco, que mañana es domingo.

jueves, 30 de diciembre de 2021

Circunloquio informal en vísperas de Nochevieja 2021

 






Como mañana, 31 de diciembre de 2021, lo más probable -segurísimo, vamos- es que no pueda escribir aquí en mi blog, me apresto a componer unos acápites más por fruición y gozo míos que por lectura vuestra (para qué nos vamos a engañar). Tengo a Bach a todo volumen, pero me encuentro tan enfrascado en lo que escribo que casi ni la música escucho. Los que escribís me comprenderéis sobradamente, y hago aquí un guiño a los melómanos, que bien pudiera resultar que alguno o alguna esté esto leyendo. Y no deseo, ni es mi intención, enfrentamientos con los dioses de la música.

Pues eso, a lo que iba. Que mañana, mira tú, es Nochevieja. Ya os imagino a la familia reunida en torno a la opípara cena, con el sabelotodo del repelente cuñao al lado de la mesa, o enfrente -que no sé cuál de las dos situaciones es peor-. Y no digo nada del hermano, o de la hermana, a los que se las tienes jurada desde hace tiempo, y que bastará una simple indirecta por su parte, para que te tires directamente a su yugular. 

Por eso mismo, en estas fechas tan señaladas (¡joder, si no lo escribo, reviento!) más que huraño me vuelvo misántropo, pero misántropo total. Usted, que es una persona inteligente, me entiende de sobra. Si lo sabré yo...

Como bien habréis inferido, hoy estoy que me salgo. Además he tenido la saludable precaución de no leer, en un día como el de hoy, mi horóscopo. No sea que me augurara una jornada aciaga y desdichada. Que nunca se sabe lo que te van a predecir estos cabrones de videntes. 

Muchas gracias por haber llegado hasta aquí, estimado lector, estimada lectora. Os deseo un muy feliz año 2022. Y que nos sigamos viendo. Y, en caso de que no nos veamos, que sea por falta vuestra.


jueves, 23 de diciembre de 2021

Divagaciones íntimas desde la España vaciada

 



Dado que, como suele decirse, y muy acertadamente -creo yo- que a este, como a sus hermanos precedentes, coronavírico 2021 le quedan dos telediarios, pongo manos al teclado de mi ordenador para que este mi blog no quede huérfano de artículo en estos días de fin de mes, y de fin de año (me advierte mi fonoteca cerebral). Hoy me encuentro de buen humor, de excelente buen humor, si así me lo permiten las reglas gramaticales. Después de comer les imprimo a mis piernas una energética caminata en medio de una naturaleza agreste y salvaje, con leves interrupciones de carreteras o caminos rurales, que  me proporcionan vida, vigor y paz mental. Vivo en un pueblo, sí, cierto. Y paro de contar.

Como iba diciendo, hoy me di una buena caminata, habitual en mí, por otra parte. Llego a casa, manuscribo dos o tres folios con pluma estilográfica, echo una hojeada a la prensa. Y esta noche, ya en la cama, releeré al solitario pensador ginebrino, esto es, a Jean-Jacques Rousseau. 

En fin, ocioso lector, ociosa lectora, si habéis llegado hasta aquí me doy más que por satisfecho. Quedáis fichados para el próximo artículo. 

jueves, 8 de abril de 2021

Escribir es revivir


 

Hay momentos en que busca uno la respuesta de que por qué escribe. O bien porque se lo preguntan los demás. Cada cual tendrá sus motivos, sus preferencias, sus manías. Sea cual fuere el motivo, hay uno en común. Escribimos para expresarnos. En estos casos mediante la palabra escrita, claro está. Lo que venga -convenga- después ya es un asunto estrictamente personal. Viene esto a colación, ya que el otro día leí en la prensa a un autor, manifestar que durante esta pandemia que nos azota no había escrito nada dado que él escribía para publicar. ¡Rediós! -Pensé yo para mis adentros-. Es decir, que si no publica no escribe. Harto distante ando yo de tal finalidad. En mi caso escribo porque es una necesidad vital. Siempre lo ha sido durante toda mi vida. Me alegra y me alegro por ello. No necesito ningún imperativo para tomar pluma y folio e ir desgranando letras, palabras y oraciones. Luego realizo un examen visual a lo que buena o malamente he creado y lo doy por bien realizado, o corrijo lo ya escrito, que también es otra muy buena opción. Es por ello que ahora mismo me encuentro frente a mi ordenador, después de haber tomado unos breves apuntes a mano en un folio. Y formados los cimientos de este escrito paso a lo que será la estructura del  artículo. Quiero que quede claro que mi blog no es el único lugar donde escribo. Es un medio más de los que dispongo para manifestarme. Pero bien es cierto que mi media hora manuscribiendo diariamente nadie me la quita.

He de confesar también que tengo una edad en la que si no leo y escribo por lo menos dos horas al día, doy por perdido dicho día. De ahí mi insaciable aprovechamiento de segundos, minutos y horas. Todas ellas las considero como bienes insustituibles, el tren que nunca vuelves a coger. Y ya no está uno para perder trenes. Y cuando vaya declinando la tarde y tome su puesto la noche elegiré un par de libros con cuya lectura daré por rematado el día.

Si has llegado hasta aquí, estimado lector, estimada lectora, habrás comprendido plenamente el título de este artículo: "Escribir es revivir".

domingo, 10 de enero de 2021

Qué sábado el de este enero




Segundo sábado, ayer mismo, de este mes de enero del recién comenzado año. Se conoce que tenía ganas de hacerse notar. Ayer nos deleitó con una nevada de esas que no recuerdan ni los más viejos del lugar. No sé si incluirme en este índice de edad o no. Ya se sabe, para los críos uno es un viejo y para los viejos soy un crío. Me quedo, pues, con la duda existencial (y nunca mejor dicho). Como iba diciendo, ayer una borrasca más conocida por "Filomena", nos atizó de lleno. Barrios, calles, parques, automóviles y todo lo que pilló a su alcance fueron decorados con una hermosa capa de impoluta nieve blanca. Como es de cajón, los más pequeños fueron los que más disfrutaron con este fenómeno meteorológico. Ignoro si esto ha resultado ser un primer aviso de lo que nos queda de invierno, o bien resultará ser algo pasajero. De lo que estoy bien seguro es de que después de la nieve llega la helada, el temible hielo. Y eso es ya harina de otro costal.

Por mi parte me recluyo en mi búnker, ya que tengo tarea atrasada y no quiero perder tiempo. Entre unas cosas y otras consigo dejar la faena finalizada y con cum laude. Tal vez un poco de descanso supletorio me hubiera venido de perlas, pero no quiero ni pensar en ello. Las fuerzas que tengo ahora, pocas o muchas, son las que tengo y las acepto sin rechistar. Ya llegará la noche con el consabido cansancio y mejor sueño reparador. Y mientras tanto estoy a lo que estoy.

Y quedo en paz conmigo mismo. Me siento orgulloso de lo que llevo realizado a lo largo de este domingo. Aún más, de lo que me queda por hacer. Si hago lo que hago y además me complace lo que hago, miel sobre hojuelas. Y mañana mismo comienzo de semana. Espero seguir contándolo.


sábado, 9 de enero de 2021

Mis caminatas


 

Mis hábitos vitales me han enseñado que para mantener un cerebro joven y resolutivo necesito de mis habituales caminatas. Tengo varios senderos, aquí en el pueblo, por donde poner a trabajar piernas y músculos. Camino a paso rápido sintiendo latir a mi corazón con fuerza, con energía. No suelo detenerme a no ser que tenga que saludar a algún vecino o a cualquier otro senderista que me cruce en el camino. Hay veces, algunas veces, que no tengo ganas de caminar pero mi mente me dice -me ordena- que ánimo y adelante. Cosa que después agradezco sobremanera. Al caminar mi mente se va despejando de energías negativas y al mismo tiempo, voy recobrando una paz y una sensación de bienestar que me da vida, que me insufla vitalidad. Esta movilidad de mi cuerpo hace que después de un breve descanso piense con mayor lucidez. Y eso para mí vale oro. Digamos que son mis prioridades: escribir, leer y práctica de ejercicio físico. Se necesitan mutuamente unas a otras. Para pensar bien tiene que estar el cerebro alerta y esto se consigue moviéndose. Y para moverse, el cuerpo tiene que estar regido por la mente. Por lo que, como digo, una cosa lleva a la otra.


Hoy que sufrimos un temporal de frío congelador y mal tiempo generalizado al que han puesto por nombre Filomena, resuelvo quedarme en casa. Así voy dando salida a varias cosas que tengo pendientes y que me darán opción para ejecutar otras nuevas.


Despacho este artículo que he confeccionado como siempre de un tirón y antes de sumergirme en otros menesteres necesito unos minutos de meditación, que es un tiempo muy, muy privado que me reservo para evitar que el día no se me tuerza. Mañana ignoro si publicaré o no. El tiempo (meteorológico) lo dirá.

viernes, 8 de enero de 2021

Las nuevas tecnologías a nuestro alcance


 

En estos días en que salir a la calle es toda una odisea debido a los fenómenos atmosféricos, es de gran ayuda y de agradecer que podamos contar con artefactos (etimológicamente: "hecho con arte") electrónicos que nos hacen más fácil, más llevadera la vida. Teléfonos inteligentes, tabletas, ordenadores -de sobremesa o portátiles- nos prestan un gran servicio a la hora de comunicarnos, de relacionarnos con nuestros más allegados o bien para trabajar, teletrabajo por utilizar un tecnicismo. 


Ahora mismo, sin ir más lejos, entre videoconferencia y videoconferencia, aprovecho estos instantes para escribir este artículo. Lo hago desde casa lo mismo que lo podría hacer desde una estación de tren o desde un hotel, por citar dos lugares básicos, como bien podría haber citado otros espacios también asequibles. Aquí, ciertamente, influye mucho la compañía, la operadora telefónica a la que esté abonado cada uno. Por eso es tan importante el acceso a Internet en zonas públicas, para que todo el que lo desee pueda conectarse y tener entrada en la red de redes. 


Y de la misma manera que me encantan las nuevas tecnologías, anoto, bien lo sabéis, que más tarde tomaré pluma y folios para terminar de dar forma a unos relatos que tengo por ahí desperdigados. Observo mi mesa de trabajo y tanteo lo que tengo ya hecho y lo que me queda por realizar. La jornada de este viernes va declinando. Y la noche trae consigo más frío. Frío polar. Y rematado este artículo cambio de web y me voy directo a la videoconferencia de la que os hablaba antes. Si esta noche no fallezco por congelación tal vez mañana me volveréis a leer. Y no prometo nada, que conste.

jueves, 7 de enero de 2021

Reciclándome


 

A estas horas de la tarde hace un frío gélido. Con un sol radiante y un cielo agradablemente cerúleo. No obstante, si no te mueves, sientes irremediablemente que el frío helador te penetra como si tuvieras el cuerpo desnudo. Por lo tanto, me meto en mi búnker y pongo los dedos a calentar antes de teclear en mi ordenador. Para mí es una buena hora. En quince o tal vez veinte minutos quedo pergeñado este artículo. Lo que me deja tiempo de sobra para mis otras actividades. Tengo la tarde, pues, bien planeada. Antes llevaba siempre una agenda con el horario controlado. Sin embargo, desde la aparición del bicho -de la pandemia, para que nos entendamos- mis horarios y mis actividades diarias son más anárquicas. No puedo quedar para un determinado evento ya que ignoro las personas que podrán, o no podrán asistir al mismo. Por ahora me fío más de mis reuniones  telemáticas.


Precisamente estoy realizando un curso de formación literaria, para ponerme al día, para reciclarme. Me niego a estancarme haciendo siempre lo mismo. Necesito nuevas impresiones, nuevos conocimientos. Algo que me haga redescubrir la pasión que he sentido desde mi infancia, desde mi niñez, desde siempre, por la escritura y por la lectura. Como ejemplo de ello valga este blog. Ya lo dice el dicho: -de muestra bien vale un botón-. Y yo tengo botones para parar un tren, me grita desde lo más hondo mi dialéctica cerebral.


Me avisa mi reloj biológico que tengo, que debo, ir cambiando de actividad. Que, por desgracia, el día solo tiene veinticuatro horas. Me meto un buen chute de agua embotellada, para hidratarme y continuar activo hasta la noche. Otro día más excelentemente disfrutado, sentido y vivido. O, al menos, así lo veo yo.



martes, 5 de enero de 2021

De los placeres de la escritura








A comienzos de este 2021, hace dos días como quien dice, me propuse escribir más -y a fe mía que lo estoy consiguiendo-. Ahora que esto escribo maldigo a estos teclados tan modernos que han ignorado el signo ortográfico de la raya, cuyo tamaño viene a ser el doble que el del guion. Las arcaicas máquinas de escribir sí que lo integraban. Pero ya digo, estos artilugios ultramodernos nos privan de escribir como  siempre lo habíamos hecho. Yo quiero, exijo, que no se elimine un signo que determina en buena medida el tacto y el gusto erudito de quien los utiliza. Aprovecho la ocasión para ensartar aquí una petición. Si alguien conoce un teclado de ordenador que contenga el signo de la raya haga el favor, el inmenso favor, de comunicármelo. Le estaré enormemente agradecido. Como ya tengo dicho por ahí, suelo escribir con pluma estilográfica. Pero de este modo y manera mis escritos quedan únicamente para mí. Mientras que si lo transcribo a formato telemático y lo publico, estos escritos cruzan fronteras y países, llegando a no sé bien dónde. Pero llegar, llegan.


Me hacen gracia los famosuelos, y aquí caben personajes de todo pelaje y condición, que de la noche a la mañana sacan a la luz un libro y juran y perjuran que lo han escrito ellos. Cuando sus expresiones y sus gestos denotan a  personas pedestres que no distinguirían a Cervantes de un vulgar gacetillero. Pero así está nuestro mundo cultural. Yo continúo todos los días tratando no solo de saber más, sino de ignorar menos. Aunque bien sé que hay quien elige una de las dos opciones. Aquí yo tomo una postura ecléctica y me quedo con ambas aserciones.

En fin, desocupado lector, desocupada lectora, ya que habéis llegado hasta aquí me honráis con vuestra presencia. Podía decir que yo descanso, sin embargo, solo puedo añadir que me encuentro sumamente satisfecho de haber puesto mis pensamientos por escrito. Que es a fin de cuentas lo que me apasiona. 


domingo, 3 de enero de 2021

Tiempo de ocio dominical


 

Un día más, una jornada más de descanso, disfrute y reflexión. Me toca leer la prensa. Uno de los diarios (una hoja parroquial, por mejor decirlo) que tiene uno que tragarse como se tragaría un sapo nauseabundo, ya que se supone que contiene noticias de mi tierra. En este panfleto quedaron los más ineptos, lameculos, arrabaleros, trepas, advenedizos que pudieron encontrar. El libelo en cuestión es guerracivilista, santurrón, beatorro, meapilas, y más que informar su propósito es defender los intereses de las clases dominantes. Defiende la ideología de la persona que lo dirige. Amparadora de clérigos, empresarios, picoletos, milicos. Y contraria a un Gobierno legítimo y democrático que mira por todos, por todas. Sí, me refiero al gobierno de coalición del que es presidente Pedro Sánchez, del que tan orgulloso me siento. Mas como esta es una provincia envejecida y que ha visto tanto, es lógico que adoctrinen y continúen adoctrinando a los suyos. La extrema derecha reaccionaria y casposa se encuentra bien representada en este  vergonzoso medio. Hoy domingo, afortunadamente, no publica una de sus más repelentes colaboradoras. A esta he aprendido a esquivarla, sé en qué pagina encontrarla, por lo que en cuanto se acerca la página  en cuestión, paso de largo para que no me amargue el día. Una anciana de la que lo primero que llama la atención son unos morros como salchichas. Es de suponer que le han metido colágeno o bótox hasta el culo. Pero no por eso deja de ser una anciana nazi, fascista y de lenguaje cuartelero. Es decir, mujer de pocas o nulas lecturas.


Leo con mucha más atención y agrado cada día, el periódico  del que fue director Miguel Delibes. Un periódico exquisitamente más selecto en su edición y colaboradores. Por lo que hace que me olvide de la propaganda casposa del otro, que no hace falta que nombre porque a buen entendedor pocas palabras bastan.


Y después de mis lecturas me meto de lleno con un programa de mi ordenador del que no termino de configurar. Estos entresijos informáticos hacen que se me pase la tarde y parte de la noche volando. Pero que hacen que me sienta muy ufano por la actividad desarrollada.


Y mañana, lunes. Día de escuela, por lo hay que volver al tajo. Esperemos, al menos, poder combatir al frío que nos envuelve.

sábado, 2 de enero de 2021

Primer fin de semana del 2021


 

Primer sábado de este 2021. Por lo tanto, primer finde también. Y yo aquí estoy, contándolo, por si no os habíais enterado. Hoy no salgo de casa. Hace frío, un frío glacial. Además me propuse terminar el año anterior y comenzar este nuevo con lo que más me apasiona, escribir (aparte de mis numerosas lecturas, por supuesto). Y escribir en mi blog me roba tiempo para otros escritos, para otros espacios. No obstante, lo tomo por bien servido, por bien pagado. No todo ha  de ser acumular y acumular folios y cuadernos para futuros proyectos anhelados y codiciados. Tiene que entrar aire fresco, joven y renovado en mi búnker. Mis otros escritos verán la luz a su debido tiempo, cuando les corresponda. O tal vez queden guardados y ocultos sin que nadie pueda reparar en ellos. Esto último solo es una suposición. Mis escritos brotarán cuando tengan que brotar. 


A mi edad, una cierta edad, me siento tan lozano y vigoroso como si estuviera en mi pasada juventud. Con una ventaja añadida: la experiencia. La experiencia en la vida es como encontrar agua cantarina en  tierra de secano (hala, ahí lo dejo, para la posteridad). La actividad creadora es lo que tiene, vas concibiendo ideas y pensamientos que no se generan porque sí. Sino que son fruto de muchos años de escritos, lecturas, vivencias y otros avatares de la vida. Y cada uno vive su vida como quiere, o como buenamente puede, que todo hay que decirlo.


Ahora me esperan unos pasatiempos o rompecabezas para desconectar mi imaginación e intentar descubrir nuevos retos y horizontes para mi cerebro, que sé muy bien que lo agradecerá. Y punto. Mañana, más. Aquí, claro está, si no me surge ningún imprevisto. Y ustedes/vosotros, a pasarlo bien.



viernes, 1 de enero de 2021

Sobre casi todo, sobre casi nada


 




Después de mantener una sesuda conversación conmigo mismo -sí, lo confieso, soy un excelente conversador- me decido por subir a mi búnker y plantarme ante mi ordenador. No vivo únicamente de mis lecturas, también necesito dar rienda suelta a mi imaginación. Y en ello estoy, aquí y ahora. También he de confesar que en esta tarde gélida de comienzo de enero no me encuentro al cien por cien. No obstante, esto mismo me sirve de acicate para poner a prueba mis recursos intelectuales de los que me siento muy orgulloso, por supuesto. Sí, lo habéis adivinado, la modestia se me supone.


Y ya que he entrado en materia mi intelecto está escaneando lo que he visto, oído y anotado desde que me levante de la cama hasta estas horas vespertinas, casi nocturnas. De momento le he dado caña a mi cuerpo con una caminata alrededor del pueblo para limpiar mi cerebro de todo agente nocivo que pudiera tener inoculado. Y con mi mente presta a manifestarse resuelvo ponerlo todo, o casi todo, guardado en este espacio que es  mi blog. Reconozco que desde el primer día que comencé a publicar me sentí cómodo, a gusto, descaradamente altivo. Y este mismo sentimiento perdura aun con el paso de los años (y de los lustros, me indica mi anuario cerebral). 


Estos instantes que me dedico a mí mismo, olvidando redes sociales o cualquier otro elemento perturbador que me hiciera apartarme de lo que realmente me apasiona, me reconfortan y me aportan una felicidad, momentánea si queréis llamarla así, pero felicidad al fin y al cabo.


Y voy recogiendo los trastos, no precisamente porque no desee continuar, sino porque mi estómago está pidiéndome a gritos comida, alimento, sustento. Y ya mismo bajo a la cocina para nutrir e hidratar este cuerpo que cuido como cuido todo lo mío. Y de este tema hablaré -escribiré- otro día, en otra ocasión.

jueves, 31 de diciembre de 2020

La última cena


 

A estas horas de la tarde 17:30 no se me ocurre mejor título para mi artículo de hoy. Todas mis amigas están con las manos en la masa -comprobado- preparando la cena de esta noche. Al menos es eso lo que me cuentan. Ignoro si tienen deudos que las ayuden, pero la última aprobación les corresponde a ellas. Y las creo, claro está. Desde mi búnker imagino el trasiego vespertino del personal con bolsas rebosantes de comida, bebidas y de toda clase de útiles para la casa, para el hogar. Por mi parte decido enfrascarme a escribir denodadamente para continuar cultivando tan sana costumbre. Y escribo hoy mismo ya que pudiera acontecer que mañana día 1 de enero me levantara con resaca y mi mente no estuviera lo suficientemente despejada para ello. Además, como bien se puede comprobar, estoy retomando este mi querido blog. He realizado algunas mejoras. Entre estas, cambiar el traductor, pues el anterior estaba caducado y por lo tanto inservible. Ahora, ya de nuevo, mis lectores de otros idiomas, de otras latitudes, tendrán dispuesta una eficaz herramienta para leerme sin dificultad alguna.

Y teniendo puesta la vista en el nuevo año, mi principal propósito será, huelga decirlo, leer más y escribir más todavía. Ya que anteriormente, como bien decía el autor de una de mis postreras lecturas: "Escribo poco para el público y mucho para mí". Por lo que tendré que darle la vuelta a la sartén, por así decirlo.

Antes de ponerme ante el teclado he estado wasapeando con infinidad de amigos, conocidos, vecinos, antiguas novias... Es increíble el número de contactos que puede albergar un teléfono inteligente, un móvil para que nos entendamos. Y cuando dé por terminado este artículo volveré a la carga para ultimar algunas conversaciones que me quedan pendientes.

Por lo que me voy con la música a otra parte. 

miércoles, 30 de diciembre de 2020

El año que nos cambió

 



Un día resta para finiquitar este año raro, extraño, insólito 2020 que hemos vivido -o sobrevivido- a escala mundial. Como hace tiempo, siglos, que no publico en este espacio me pongo manos y mente a la obra para dejar constancia de que yo lo viví. Que doy, pues, fe de ello. Si hubiera que elegir un adminículo que lo representara fielmente, este sería, sin duda alguna una mascarilla, en todo el globo terráqueo habitado. Y principiaremos el 2021 con el mismo utensilio. Cierto es también que ya disponemos de una vacuna, al parecer eficaz. Sin embargo, deberemos continuar con las mismas precauciones y hábitos que hemos mantenido hasta ahora.

Hago aquí un inciso para informaros, ociosos lectores y lectoras, que durante este tiempo he recibido varios mensajes de don Google advirtiéndome de que el tamaño de letra que manejo es demasiado diminuta para ciertos dispositivos. Debo manifestar en mi defensa que jamás un lector/a se ha quejado por tal motivo. Pero, en fin, aumento el tamaño de la fuente y ya me contaréis.

Tengo la suerte, la inmensa suerte de residir y vivir en un pueblo que me encanta, que me enamoró desde que me instalé en él. Y aquí trascurre mi vida, intentando alejarme de pandemias y demás amenazas que nos acechan. Y ayudan, vaya que si ayudan, las nuevas tecnologías. Si no fuera por Internet estaríamos desconectados del mundo mundial. Por lo que también soy afortunado en este sentido. Mis comunicaciones con cualquier lugar donde haya conexión a Internet son sumamente eficaces. Las videoconferencias con los diversos programas que nos facilita la red de redes, nos permiten que podamos estar en mil sitios a la vez. Y esto, hoy en día, no tiene precio (en sentido metafórico, claro está).

Escribo, como es obvio, en el teclado de mi ordenador. Pero sigo prefiriendo para estos menesteres mi pluma estilográfica -clásico que es uno- y mis folios de un blanco inmaculado. Aprendí de un maestro que lo que puedas escribir en medio folio no lo escribas en uno. Y ya Azorín decía que era hombre de un solo folio. Convengo totalmente. Cuando publique mi autobiografía ya le echaré toda la tinta que me ahorro  en estos artículos.

Y recapitulando doy por bueno mi escrito. Con la satisfacción de que al que no le agrade no podrá tirarlo a la basura dado que está impreso cibernéticamente.

Por lo que os deseo, estimados lectores, estimadas lectoras, un muy feliz comienzo de año 2021. Y con la recomendación de que si os han agradado estos acápites me lo hagáis saber para pensar en el próximo artículo. 


domingo, 20 de mayo de 2018

De los domingos y otras fechas festivas

Resultado de imagen de compartiendo vida y sentimientos




En un domingo como el de hoy, veinte de mayo de 2018, que bien podría ser un domingo cualquiera, un domingo más, pero que nunca será un día más porque cada día de nuestra vida, de nuestras vidas, es un regalo, una incógnita y una pregunta. O, por lo menos, así lo interpreto yo.
Y traigo este introito a colación porque son muchos días sin publicar en este mi blog. Y después de darme un buen atracón durante este tiempo de lecturas diversas, decido que ha llegado la hora de volver a escribir, a pergeñar un artículo con el que regresar a la vida literaria. Es decir, a mi vida. 
Hoy, decía, es día festivo en estas entrañables localidades, y mañana lunes también. Por lo tanto aprovecho estas fechas para dar completa libertad a mi actividad creadora. Además estoy de buen humor. No sé si esto último es bueno o malo. Dicen que las buenas creaciones nacen del sufrimiento, del dolor. Puede ser, pero hoy me siento seguro de mí mismo y puedo con todo. Con todo y con más. Debo de confesar que el comienzo de esta semana que va finiquitando, fue movido, muy movido. De esos momentos en que gritas: que paren el mundo que yo me bajo. No obstante aquí estoy. Soy un luchador nato. Los que me conocen bien lo saben. (Y a los que no lo saben se lo digo yo).
Estamos teniendo una primavera rara. O tal vez no. No sé. Con esto del cambio climático no sabe uno a qué atenerse. Por cierto, decían los sesudos meteorólogos por televisión que hoy llovería, pues bien, todavía a estas horas vespertinas no ha caído ni una sola gota.
Mientras tecleo estos acápites en mi ordenador, me doy cuenta de lo diferente que resulta escribir en un folio, a mano, añado. Escribir a mano me relaja mucho más que hacerlo aquí, en la etapa tecnológica. Manuscribir es un placer inefable. Extermina todos los males. Siempre llevo conmigo una libretita a modo de prontuario en la que anoto todo aquello que tengo que recordar en un momento dado. También procuro escribir con todos los útiles que tengo a mi alcance: pluma, bolígrafo, rotulador, lapicero... Lapicero, sí, el de toda la vida. La conexión que se efectúa entre la mano y el cerebro es increíble. Por lo que si tengo que utilizar el ordenador, lo compenso con una buena sesión de escritura a mano. Sí, habéis pensado bien. En cuanto termine de redactar este artículo me lanzaré con presteza a rellenar un folio. El papel, el imprescindible papel reparador de tantas y tantas situaciones literarias.
Este artículo lo he escrito de un tirón, como suelo hacerlo siempre. No corrijo mucho, lo confieso. Va recién salido del horno, por así decirlo.
Y ahora lo lanzo al ciberespacio. ¿Quién lo leerá? ¿Qué mentes lo interpretarán? Quién sabe. Lo escrito, escrito está.